lunes, 18 de mayo de 2015

A lo largo de mis diecisiete años -que no son muchos- he conocido el amor, la traición, la decepción, el dolor... Es cierto que probablemente no de la forma en que lo hacen los adultos, y lo cierto es que en el fondo me alegra. Porque siempre he pensado que es mucho más bonita la forma que tienen de enamorarse dos locos adolescentes que dos personas cuando ya han llegado a los treinta años. El amor, a mi edad, y aunque suene ridículo, es lo único que importa. Somos tan jóvenes y egoístas que no nos damos cuenta de todo lo que pasa a nuestro al rededor. Pero seamos sinceros, no hay nada más bonito que eso. Cuando te enamoras parece que incluso lo malo tiene su parte buena. Las sonrisas, que decir de las sonrisas, definitivamente son increíblemente mejores cuando la palabra amor va unida a ellas. La forma de mirar la vida, es diferente. De repente no importa cuantas cosas vayan mal porque lo más importante para ti va bien. Tienes una persona que te quiere y a la que quieres. Las veinticuatro horas de tu día son suyas incluso cuando no está contigo. Hasta la gente parece más feliz cuando uno está enamorado. Porque el amor es eso, dejar de lado lo malo y quedarse solo con lo bueno. El amor es felicidad, es locura. Es esa necesidad de trabajar todos los días en él para que no se acabe, para que no se rompa. Pero desgraciadamente, somos adolescentes. Demasiado ingenuos para darnos cuenta de que el amor no es solo eso. El amor no son solo las cosas buenas. El amor es dolor. El amor, es la sensación que te oprime el pecho cuando te abandonan. El amor, es la necesidad de hacer cualquier cosa por salvaros, por salvarte. Pero hay veces que es imposible salvar el barco cuando ya está medio hundido, como le pasó al Titanic. ¿Quien lo hubiese pensado? El iceberg traicionó la sabiduría del timonel y así acabaron todos. Hundidos, junto al barco, la felicidad, los momentos, la gente que esperaba la vuelta de ese crucero, la vida...Eso es exactamente lo que pasa cuando el amor se marcha, junto a él también se va la vida, o mejor dicho, las ganas de vivirla. Y es decepcionante que el control de tu vida lo tenga alguien que ni si quiera lo merece. Porque seamos realistas, nadie merece rompernos el corazón ni nosotros deberíamos darles el privilegio para que lo hagan. Pero supongo que es algo que tenemos que sufrir, algo que a parte de doler, también nos hace aprender. Aunque hay veces que somos cabezotas y nos empeñamos en algo que huele a tragedia desde lejos. Que incluso antes de empezar, se sabe que va a acabar. Pero así es el amor. Y cuando acaba pasas noche tras noche en vela esperando que algo ocurra. Esperas despertar un buen día y darte cuenta de que algo ha cambiado. Que de buenas a primeras él o ella se han dado cuenta de que ha sido un error, ya que el amor suele equivocarse constantemente y que quizá si que estaban hechos para estar juntos. Como en las películas románticas. Pero eso nunca o casi nunca ocurre. Porque cuando alguien te quiere de verdad no necesita perderte para darse cuenta de lo que sentía. Y os lo digo yo, que se lo que es querer a alguien. 
Pero ¿sabéis? Hay algo bueno en todo esto. Hay algo bueno en el amor cuando duele. Y es que ese dolor, no dura para siempre. Queremos pensar que sí, porque de esa forma parece más verdadero, parece que lo sientes con más ansia. Pero no es así, hay amores tan intensos como efímeros. Y es cierto que nunca se olvida un amor si ha sido real. Pero se pasa página. No voy a deciros que sea algo sencillo, al contrario, es de las cosas más difíciles que he hecho nunca. Pero forma parte de la vida. Pasará el tiempo, y cuanto antes aceptes que hay cosas que simplemente tienen que acabar, antes pasarás página, Antes te mentalizarás y te harás a la idea. Porque voy a decirlos algo, si sois tan estúpidos de aferraros al pasado, corréis el riesgo de que se cruce en vuestro camino la persona de vuestra vida y le rompáis el corazón. Y no hay nada ni nadie capaz de cambiar un corazón roto. Porque una vez roto, no importa que te des cuenta de que era ella o que era él. Que has estado tan ciego y te has aferrado tanto a los recuerdos que no habías sabido ver lo que tenías delante. Porque ese corazón ya está roto. Y queda en tu conciencia. No solo tendrás que cargar con los recuerdos, y con su corazón roto, si no también con el tuyo. Y decidme algo, ¿de verdad creéis que merece la pena dejar pasar la felicidad por aferraros a un amor, que, por mucho que no quisisteis, tuvo que acabar? Porque yo creo que no. No hay nada mas bonito que enamorarse. Nada. Y si tienes el placer de volver a enamorarte, más plena sentirás tu vida. Y yo me alegro de mis decisiones, me alegro de haber pasado página y me alegro de ser una persona totalmente libre, porque un día de estos aparecerá la persona que tenga la suerte de que me enamore de ella. Y entonces podré hacerla feliz. Y yo también seré feliz. Brindo por ello.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Nos acabamos antes de empezar. Y nos ilusionamos de palabras -como tontos-. Acabaron ganando los "te echo de menos" en lugar de los "tengo ganas de verte" -y las ganas nunca fueron suficientes-. Y perdimos la emoción de lo bonito, como la de estar juntos -y como todo-. Nunca fue suficiente querernos - ni quererte. Ni quererme-. Siempre fuiste más de polvos que de hacer el amor, se veía venir el fracaso. Y las cosas no duelen tanto cuando las ves venir. Pero incluso cuando eramos felices dolíamos. Ni si quiera sé si el amor fue nuestro punto fuerte, o el débil. O tal vez los débiles fuimos nosotros. Que nos pensamos que estábamos montando en una montaña rusa que solo subía, y fueron las bajadas lo que lo jodieron todo. O fuiste tú, que creías que no volveríamos a subir y te bajaste antes de tiempo. Sin despedirte -claro-. Porque nunca fuiste el chico de la última palabra, siempre fuiste más el de la última putada. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más tonto que el que no quiere mirar. Y yo fui tonta de remate. Que aún con la venda en los ojos y viendo lo que pasaba por la rendija de abajo, me la volvía a colocar bien para convencerme que no pasaba nada. Al principio funcionaba, pero luego la liabas otra vez. Y me liabas a mí; con todas esas excusas que de seguro no habré sido la primera en escuchar -ni tampoco la última-. Y no sé quien coño escribió nuestro destino, pero debió ser un escritor frustrado que quería jodernos. Y vaya que si lo hizo. Dos almas incompatibles intentando encajar. Pero nunca lo intentamos bien. Fuimos dos cobardes que iban de valientes, y al final no fuimos a ningún sitio. E incluso después de todo, dejaste vacío cuando te fuiste. Nunca se nos dio bien querernos, pero aún así lo hacíamos. Cada uno a su manera. Tal vez deberíamos habernos puesto de acuerdo aun que fuera en eso. Pero eso tampoco se nos daba bien. Lo único que se nos daba bien eran las reconciliaciones, pero nunca duraban mucho tiempo. Lo bueno nunca nos compensó lo malo, y míranos, aquí estamos. Más lejos que nunca y tan presentes como siempre. Porque hay cosas malas que siempre se catalogarán como buenas, y de esas cosas, tu has sido la mejor.

domingo, 9 de febrero de 2014

Y entonces llegará el día en que la verás con ese chico. El que la miraba de reojo mientras sonreía entre clase y clase, y el que la observaba mientras te esperaba en la puerta del instituto. Y la hará feliz. Tan feliz que tu ya no podrás tenerla a tus pies con tus "te echo de menos" cada vez que te apetezca. Ya no podrás borrar el dolor que le has causado a esos ojitos azules con palabras bonitas. Porque esa chica conseguirá pasar página y dejar de quererte algún día. Y tal vez, sólo tal vez, podrá recordarte sin que le duela. Aun que suene complicado, lo hará. Tan solo tiente dieciocho años y toda la vida por delante. Y miles de chicos capaces de ponerle el mundo a los pies con mensajes de buenas noche y los buenos días al oído, los besos a destiempo y los abrazos por la espalda. O tal vez algo mucho más simple. Hacerla reír. Y lo peor es que sabes que ese chico es capaz de hacerlo. Con detalles dulces y besos en la frente. Esos que a ella tanto le gustan y tú nunca has sabido darle. Ese chico será capaz de ganársela no sólo dentro de sus sábanas, si no fuera también. Porque cualquiera en su sano juicio podría volverse loco por ella, y que ella sería capaz de volverse loca por el primero que la hiciese sonreír. Y en el fondo te acojona.

domingo, 5 de enero de 2014

Memories of 2013.

Y aún me acuerdo de ese día. Tú me avisabas de que llegarías cinco minutos tarde porque tu amigo se había retrasado. A mí no me importó esperarte. De hecho, puedo asegurar que incluso me vino bien.
 Estaba nerviosa. ¿Irónico verdad? Pues sí, lo era. Era jodidamente irónico que después de un año el estómago me hiciese chiribitas. Y eso sin ni siquiera haberte visto aún. Mi cabeza maquinaba y maquinaba como sería volver a verte. Si tus ojos seguían tan azules o si el verde seguía apoderándose de ellos. O si tu voz de niño había cambiado junto con esa risa que te hacía reír a ti también y no podías evitarlo. Y entonces, entre todas esas ideas apareciste tú. Tu cara de niño había desaparecido levemente, pero tus andares seguían siendo los mismos. Y me recibes con un beso. Y juro que en ese momento me sentí imbécil por haber perdido un año para darme cuenta. Sí, de que quizá eras tú y no aquel estúpido por el que me empeñé en su día. Que tal vez deberías haber sido tú desde el principio y no mi estúpida manía de mandarlo todo a la mierda en el mejor momento. Y creo que el hecho de tener otra oportunidad para empezar de cero contigo fue lo que más hizo que me sintiera completamente tonta. Pero eso se me pasó cuando me besaste en aquel ascensor y las ganas de más me impedían pensar en cualquier otra cosa que no fueran tú o tus labios. Y las mariposas que no me dejaban pensar con claridad. Y tal vez tu mano en la cintura que me desconectaba de todo. Y entramos en esa peli. A decir verdad nada romántica para por segunda vez una primera cita. Pero puedo asegurar que la peli fue lo de menos. Estaba más concentrada en el sonido de tu risa y en mirarte de reojo; para ver si yo también te desconcentraba en esa divertida película. Resolví mis dudas cuando nuestras miradas se cruzaron y lo resolvimos con un beso -como todo-. Y tú y esa estúpida manía de hacerme sentir tan bien sin ni siquiera rozarme, y que en realidad, daría lo que fuera para que no dejaras de hacerlo nunca. Y entonces la película acabó. Y aún recuerdo como me cogiste de la mano y me llevaste fuera de esa sala de cine prácticamente solitaria. Y entonces, recuerdo como una especie de brisa corría por la sala y pude despejar mi cabeza. Dejar de pensar en tu risa y empezar a disfrutarla un poco más. Y dejar de pensar en tus besos y empezar a dártelos. Y esos pequeños detalles que hicieron una tarde perfecta. Pero es que una tarde con tus besos en el cuello tienen que tener la palabra perfección escrita. Y la verdad es que cuando me besabas el cuello y hacías que se me erizara la piel, no podía evitar las ganas de que me quitaras la ropa y me hiceras tuya ahí mismo. Y que tus manos acariciaran cada centímetro de mi cuerpo sin dejarse tan solo un milímetro. Y que aún así te faltaba boca para besarme. Pero ahí aún recuerdo estar un poco cuerda y sólo lo pensé. Pero puedo asegurar que cualquiera en mi lugar hubiese deseado que ese momento no fuese sólo de una mente adolescente llena de hormonas revolucionadas. Porque hacías que mi termómetro interno pasara de cero a cien en una milésima de segundo. Pero luego todo acababa en risas. Algunas todavía inocentes, otras, con ganas de acabar esa cita en cualquier lugar menos en un banco sentados. Pero, como no. No sólo se trataba de hormonas. Había algo mucho más que eso. Tal vez sentimientos. Las ganas de darle las buenas noches y tal vez de verse dormir algún día. De escribirse nada más despertarse y de ser la última persona con la que hables cada noche. Tal vez ahí estaban las odiadas despedidas. Las ganas contenidas y los largos besos que realmente, lo complicaban todo un poco más. Las desesperadas ganas de poder repetir esa tarde y el darse la vuelta para ir a casa. Y tú comienzas a caminar, pero nunca sabrás si se ha girado aun que sea una sola vez para mirarte mientras te alejas. Y pensar en lo guapa que te habías puesto para verle. Y que sonría al acordarse de la espectacular tarde. Pero aun que nunca sabrás si se ha volteado para mirarte, tú si lo haces. Observas a ese chico con complejo de niño irse a casa. Y sonríes. Sonríes tanto que incluso te duele. Y es entonces, cuando por fin, sabes que nunca más lo dejarás escapar.

martes, 6 de agosto de 2013

Y vuelve el invierno. Vuelven los recuerdos, y vuelves tú; con esa preciosa sonrisa que hace que se me congelen los huesos y tus cálidos abrazos que lo solucionan todo. Con tus "tenía ganas de verte" que le alegran el día a cualquiera. Y te sientas en mi mesa y pides dos cafés. Y no te sirve de nada que te diga que ya he desayunado, tu nunca has sido de tomarte el café solo. Y entonces suspiro; y no es precisamente por el café, si no, por tu fomar de ponerte el cigarrillo en la boca y sonreir de lado. Siempre me ha gustado esa sonrisa. Todavía recuerdo el primer día que la usaste conmigo, y como para no recordarlo, me enamoraste por completo. Sabias que pasaría, por eso lo hiciste.
Entonces vuelve a mirarte y sonríe. "-Estás preciosa" dice seguidamente y tú te sonrojas. Y no sabes si es por el cumplido o por la forma en que lo dice. Como si quisiera volver a tenerte entre sus sabanas cada domingo y despertarte a besos los lunes. O como si cada martes trece quisiera volver a darte los buenos días entre besos y mordiscos.
Y todo es bonito hasta que llega la hora de despedirse. Porque nunca sabes cuanto tiempo vas a estar sin verle. Esa era la primera vez después de todo un año sin tener noticias suyas. Y como siempre aparece como si nada, como si no te hubiese dejado con la palabra en la boca después de la mejor noche de tu vida.
Y cuando decides que es el mejor momento de pasar página, de tirar todas esas camisetas viejas que aún conservan su olor, aparece. Sin una explicación pero con la sonrisa de "no ha pasado nada cariño, está todo bien" que tantas veces había funcionado. Y esta vez es la última.
Miras el teléfono, como si alguien importante te reclamara y finges tener prisa. Y dejas el café entero encima de la mesa. Pero él siempre se adelanta, como si siempre tuviera un plan b. Y suelta su tan típica frase "no te vayas, aún es pronto". Pero en realidad es demasiado tarde. Para volver a ver su sonrisa detrás de la ventanilla del coche y para los "te quiero" después de cada buenas noches. Porque las cosas cambian y tal vez los sentimientos. Porque aun que se te ponga la piel de gallina al volver a verlo sabes que es como una adicción. Que recaes cada vez que tienes oportunidad, y que llega el día en que tienes que superarlo, pasar página. Pero se hace complicado. Porque está en cada recuerdo que tienes. En cientos de fotos que aún no has quitado de tu habitación  y en la mayor parte de tus sonrisas.
Y entonces besas su mejilla y susurras un casi inescuchable "espero volver a verte algún día" y desapareces. Y en ese momento sientes como si una parte de tu vida se desprendiese de ti. Pero entonces sonries, esta vez aliviada. Porque aun que nunca más vuelvas a ser tan feliz en tu vida, siempre queda la esperanza de por lo menos, volver a ser feliz.


sábado, 25 de mayo de 2013

Y lo vi ahí enfrente. No era la primera vez, y estaba segura de que tampoco sería la última. Llevaba sus típicas gafas de sol y su preciosa sonrisa -como de costumbre-. En ese momento sentí como las palpitaciones de mi corazón sobrepasaban los límites de velocidad. Esa sensación me asustaba tanto que no me dio tiempo a sonreír. Tampoco pensé en hacerlo. Aunque él ya se había tomado la molestia de hacerlo por los dos. Con esa sonrisa que ilumina el mundo. Con la sonrisa que me ilumina a mí -como para no hacerlo-.
Y te sientes frágil, vulnerable... Ni siquiera lo conocías y ya había puesto tu mundo patas arriba. Como si se tratase de un huracán que ha venido ha destruirlo todo. Aunque en este caso, ha venido a darle sentido. Pero quién sabe a qué. Si ha sido capaz de darle la vuelta a tu mundo en una milesima de segundo, quién adivinaría que más podría hacer. Aunque realmente no importa demasiado. Porque has sentido como deja de mirarte y ya no te sientes vulnerable, ahora te sientes vacía. Como si ese chico de ojos azules se hubiese llevado una parte de tí a quién sabe donde y no estuvieses del todo segura si vas a volver a recuperarla. Sientes dolor de haber perdido algo, aunque nunca antes lo hubieses tenido.
Y empiezas a echarle de menos. Jodida sensación cuando nunca ha sido tuyo, porque ¿cómo se puede echar de menos algo que nunca has tenido? Muy fácil. Tal vez no puedas echar de menos sus manías, pero echas de menos no haberlas conocido. Es un sentimiento de nostálgia hacia algo que todavía no has podido tener. Y la impaciencia te mata por dentro. Quieres que el tiempo pase rápido, aunque simplemente sea para volver a escuchar el sonido de su risa. Y que la piel se te erice al sentirlo cera, al mirarle a los ojos. Y que el tiempo se pare en ese momento y paseis a ser eterno. Como en los cuentos de hadas. Entonces comienzas a reír y te sientes estúpida. Piensas en que creería ese chico de tí si durante esos pocos segundo hubiese visto todo el desorden que ha provocado en tu cabeza. Pero no importa demasiado. Nunca lo sabrá. 'O tal vez algún día yo misma pueda decirselo entre besos y risas' piensas. Sonríes y vuelves a sentir tus pulsaciones. Esta vez son normales. Suspiras y avanzas. 'Nos volveremos a encontrar, espero que a la próxima puedas devolverme lo que te has llevado, o simplemente quedarte.'


jueves, 9 de mayo de 2013

'Chuck Bass, I love you so much it consumes me'.

-¿Porqué has hecho eso?
-Por lo que has dicho antes.
-¿Te refieres a lo de ser feliz? Chuck, eso no es lo más importante. La gente no escribe sonetos sobre ser compatibles, o novelas sobre metas comunes y conversaciones estimulantes. Los grnades amores son los locos: 'la Mug Fu'.
-Blair, no vivimos en el París antiguo.
-Pero nos gustaría mucho.
-Hay diferencia entre un gran amor y un buen amor. Me fui del Empire State el año pasado a los dos minutos de que no aparecieras. Louis no se ha marchado. Es tu oportunidad de ser feliz. Crees que no la quieres porque nunca la has tenido y te asusta. Pero te mereces tu cuento de hadas.
-Solemos hacer nuestros cuentos.
-Cuando nos hacen falta. A ti no. ¿Cómo te sientes por lo de ésta noche?
-Muy mal. Es... horrible. Es más, nunca me había sentido de esta manera.
-Culpable. Yo también. Puede que al final esté madurando.
-No quería dejarte marchar.
-No dejes que nadie te diga que no eres fuerte. Eres la más fuerte del mundo.
-Si renuncio a ti va ha hacerme mucha falta.
-Lo sé. Pero tengo que olvidarte, y tú tienes que olvidarme a mí.
-Sabes que siempre te querré.
-Yo también a ti.